Una mañana de las que estuve en la capital, desperté de un sueño muy angustiante, me levanté y sentí la necesidad de ponerme a orar. Como el departamento rentado era muy pequeño, y no quería despertar a mamá, abrí la cortina y me asomé por la ventana. Abro mis ojos y ví el espectaculo más maravilloso jamás visto: la majestuosa Cordillera de los Andes, enorme e imponente, era iluminada por el sol rojizo del alba, estaba acompañada por el cielo encorderado, que flotaba reluciente sobre la ciudad y la deslumbraba muy tenue y elegantemente.
A pesar de que Santiago es grande, esa mañana al ver la cordillera y el cielo lanudo tan cerca, me sentí el ser más insignificante, pero a la vez el más importante, pues ese espectáculo me pertenecía.
El destello desapareció rápidamente y el color gris, habitual, volvió a la ciudad.
Me imaginé que Dios, en mi angustia, quiso mostrarme que no estoy sola, que cualquier problema que enfrente es muy pequeño en comparación a su majestuosidad, que un mínimo destello de su poder ilumina una ciudad entera, y que si estamos con Él nunca seremos vencidos.
"Por cuanto me has alegrado,
oh Jehová, con tus obras;
En las obras de tus manos me gozo".
Salmos 92:4
Es bellisimo Evelyn. Bienvenida al mundo blogger. Gracias por traer un espacio tan bello. Besos.
ResponderEliminarGracias a ti también por darte el tiempo y leerlo. Cariños
ResponderEliminarMuy lindo y lleno de esperanza te mando un beso y ten un genial fin de semana
ResponderEliminarGracias! es todo un halago que les guste!!
ResponderEliminar